En México, la construcción de las líneas del ferrocarril representó una verdadera hazaña, debido a la geografía montañosa del país, a sus grandes extensiones de zonas selváticas, a la escasez de caminos transitables y a los movimientos armados que se vivieron en la nación durante la Guerra de Reforma. Los protagonistas iniciales de esta enorme tarea fueron los trabajadores mexicanos, en su mayoría campesinos analfabetas que a finales del siglo XIX y principios del XX enfrentaron el despojo de sus tierras, la realización de trabajo forzado y la explotación, discriminación y violencia.

La operación de los trenes motivó el surgimiento de nuevos oficios y profesiones, tales como los carretoneros, garroteros, paileros, maquinistas, conductores, despachadores y jefes de estación. Los oficios respondían a las diversas actividades que desempeñó el gremio ferrocarrilero, el cual ha sostenido por más de 160 años el transporte ferroviario mexicano. Los trabajadores del riel han apoyado o encabezado diversos movimientos sociales, pero también han conformado una sólida cultura e identidad, que hoy forma parte del patrimonio de México.

El trabajo en los ferrocarriles se organiza en tres grandes áreas: la de conservación de vías, en la que laboran ingenieros, peones, albañiles, carpinteros, guardavías, motoristas y mayordomos; la de operación y manejo de los trenes conformada por conductores, maquinistas y fogoneros; así como la de mantenimiento y reparación del equipo y maquinaria a la que pertenecen los forjadores, mecánicos, cobreros, carpinteros, caldereros, paileros, empacadores, pintores, soldadores, inspectores de coches y carros, fundidores, modelistas y herreros. Es importante señalar que estas profesiones y oficios se han transformado con el paso del tiempo debido a los cambios tecnológicos que ha experimentado este medio de transporte.